lunes, 26 de diciembre de 2011

RULETA RUSA - Mabel Escribano.-Derechos Reservados


Dobló la esquina sin ver a nadie todo estaba en ese silencio incómodo, de velatorio donde todos miran,si querer ver al muerto sabiendo que algo tienen que decir más allá de un "lo siento", falto de sentido porque realmente casi nadie siente nada.
Regresaba con el diagnóstico en la mano sabiéndolo sin admitirlo que, uno se muere todos los días, uno pierde algo a diario pero sin fecha límite sin ese conocimiento del final.
Entonces, levantan el telón y te notifican ya no hay más tiempo para otra cosa y se araña o se pretende arañar años
meses; días. Uno se conformaría con algunas horas de más, pero no hay almacén que las venda
ni nadie que te indique el lugar donde depositar el alma a cambio de tiempo.
El muelle estaba tan solo cuando el miró el móvil y contó dieciséis llamadas perdidas.
¿Para que mantenerlo en silencio..?. Lo tiró al agua.
Sonrió calándose mejor el sombrero y sacó el revolver del bolsillo. En la recámara una sola bala. Giró el tambor y cerró.
Siempre pensó en lo absurdo de ciertos " juegos". El albur de la vida...Si el primero falla, me fumo otro cigarrillo
puso la boca del revolver sobre su sien y apretó, el "clic" sonó con nitidez...suspiró con cansancio encendiendo con parsimonia otro cigarrillo. El cielo estaba azul y el mar calmado. Un bonito día para morir o para seguir viviendo
pero el no podía optar por lo segundo. Sacó la carta del bolsillo y temblando volvió a leer 
"Lamento comunicate que el pre-diagnóstico que realizamos a tu hija fue correcto...el contagio de VIH...
El segundo intento lo dejó tendido en el suelo.

lunes, 12 de diciembre de 2011

EL ATENTADO



Se asomó al balcón tomó la maceta y apuntó con detenimiento, dejándola caer con la satisfacción de saber que daba justo en el blanco, que se tornó rojo salpicando  los pantalones y las faldas de las señoras punta en blanco y sus maridos, corbata impecable.
La policíque ha hecho.a subió los cinco pisos ante las expectación del vecindario,mientras en la calle, recogían los trozos.
Rosa abrió la puerta con cara de espanto. Tras ella, agarrado a su falda, Pedrito, con sus diez pecosos años, miraba al policía con ojos de quién no sabe de la gravedad de lo 
Era la tercera vez que destrozaba una sandía del puesto de Mariano.
Rosa, suspiró,mientras pensaba cómo justificar el hecho ante los damnificados.  
Percibió que hasta aquí habían llegado las cosas. Era consciente de que su hijo tendría que recibir algún correctivo pronto, antes de que rompiese a macetazos la cabeza de cualquier sandia con patas.


Mabel Escribano 
(Correctora, Silvia Martínez Coronel)
Derechos Reservados