LA PUTITA Y LA MAMMA MORTA
Erguida, con la antorcha en la mano, miraba sonriendo cómo los bomberos intentaban inutilmente apagar el fuego que cosumía el edificio. 
No evitó que le sacaran cientos de fotos, ni que varias televisiones la filmaran sentada sobre la fuente seca, viendo con satisfacción como ardía por los cuatro costados, su hotel , el único de la ciudad.
Reía como una loca, mientras su abogado -sudando- intentaba explicar lo sucedido a varios locutores de las televisiones nacionales.
Aunque por supuesto, no explicó que veinte años atras, la llamaban "Putita".
Su madre fue una buena mujer, a quien la vida y una violación, de un revés la dejó en la calle preñada de tres meses.
La echaron de la casa con ella en el vientre, acusándola de haber provocado a sus dieciseis años, al hermano del señor, de cincuenta.
Supo que nada valdrían sus quejas y no se quejó.
Hizo lo único que le permitieron, se prostituyó para poderla tener y la tuvo.
Nunca hubo una madre mas triste ni más entregada.
Jamás permitió que viese nada que la avegonzase.
Hasta el último céntimo se gastó en educarla, en que supiera lo que ella ignoraba, pero no pudo evitar que los malditos la apodasen La putita.
Doña Carmela -la maestra- una anciana que se negó a jubilarse mientras le fuese posible enseñar, le dijo que su madre tenía una maravillosa voz, que era una lástima que no hubiese podido educársela.
Ella nunca escucho cantar a su madre, pero cuando iba a la escuela, La Putita cantaba, y Don Andrés -el cura- se ofreció a darl
e clases sin cobrarle.
Una tarde de regreso a casa vió a Don Andrés acelerado.
Habían encontrado muerta a su madre. Alguno de sus clientes no debió de estar satisfecho y la mató a golpes.
La enterraron de tapadillo, por la noche, para poderlo hacer en sagrado.
Lloraba como lo hacía su madre, por dentro para que no se diese cuenta nadie de que sufría
Estuvo en casa de la maestra los primeros meses del luto.
Luego algo pasó, en la casa grande y un abogado junto con el cura hablaron intentando que no se enterase de algo sobre una herencia.
La mandaron a la capital a estudiar en un colegio muy grande donde le dieron la mejor de las enseñanzas y educaron aquella voz que heredó.
Regresó al entierro de Doña Carmela, que había sido como su segunda madre.
Triste paseó en la noche por la ciudad, que le parecía tan pequeña que apenas daba crédito. Entró en el bar del hotel, pidió un te y se acodó en la barra.
Los cuatro hombres la miraban sin disimulo, y uno gritó
-¡Mirar, si es la putita!
Se abalanzaron sobre ella diciéndole
-¿Vienes a sustituir a tu madre?
Nosotros éramos clientes suyos. Venga, te vamos a llevar a la habitación donde ejercía, a lo mejor te animas.
A rastras la llevaron hasta el ascensor, mientras el barman, tomaba el teléfono para llamar a la policía.
Se despertó en el hospital. No recordaba nada y Don Andrés la llevó de vuelta a la capital. Puesto que no recordaba nada nada le dijo.
Ganó varios concursos. Su voz era mágica. Los críticos dijeron que era la sucesora de la Tebaldi y de la Callas.
A los treinta años tenía el mundo de la opera rendido a sus pies, y aquella noche en La Scala de Milán representando " Andrea Chénier" al cantar el aria "La Mamma Morta" , lloró hacia afuera, recordándolo todo.
Mandó investigar a quienes la agredieron en misma habitación en la que habían matado a su madre. Por desgracia todos habían muerto, dos en una reyerta y otros dos de enfermedades comunes.
Compró el hotel. Despidió a todo el personal y al acabar la temporada, regresó.
Durmió en la habitación donde su madre ejerció la prostitución para darle a ella de comer y educarla.
Por la mañana, sucia del polvo de la cama sacó del coche las cuatro latas de gasolina y roció con ellas cuanto pudo. Tomó un trozo de cortina y el palo de una escoba, haciendo una antorcha rústica pero firme, como lo fué su madre y prendió el fuego a las seis de la mañana.
No llegaron hasta las ocho cuando ya era imposible hacer otra cosa que ver como se derrumbaba aquel edificio donde La putita nunca ejerció, pero fue violada y golpeada como su madre.
mabel escribano
d.r.
imagen: google

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